jueves, 17 de abril de 2008

Viajes y lágrimas

Eso es lo que se me ha escapado unas cuantas veces durante el mes y medio (más o menos) que no he escrito. Y eso que han pasado cosas buenas, como un par de viajes con billetes baratos de avión y buen hotel: a Ámsterdam (genial, la gente superamable, casi siempre con una sonrisa en la boca –incluso los de seguridad del aeropuerto– y dispuestos a ayudarte) y a Malta (es una isla pequeñita, así que lo vimos casi todo, con un amigo mío maltés que conocí en mi año de Erasmus en Roma).

Pero aun con esas cosas, me pasa que en el día a día no disfruto (se me ha olvidado disfrutar) de las cosas pequeñas de la vida. Y eso es muy duro. Sobre todo cuando sufres de un Trastorno Obsesivo-Compulsivo, que hace que –en mi caso– tema que casi cualquier cosa que toco fuera de casa me contamine y me llene las manos de gérmenes nocivos, que aunque se eliminen seguramente con lavarse las manos, se me quedan “pegados” a la mente y me hacen difícil el día a día.

Un ejemplo: voy a cualquier VIPS a comprar el periódico, alguien se acerca y sin querer alguien me roza. Instintivamente yo me aparto, pero desde ese momento se desata en mi mente una reacción que me lleva a no sentirme a gusto hasta que no llego a casa y me ducho (no me basta con lavarme las manos, como os he dicho en el anterior párrafo).

Otro: llego en avión de Barcelona (pongamos por caso) y viene a recogerme mi padre al aeropuerto. Pues no me quedará más remedio que, antes de sentarme atrás tenga que poner debajo un par de pliegues de periódico, para que aquello que pudiese haber en los asientos del avión (aunque se vea nuevo, no dejo de darle vueltas a la de gente que se ha sentado allí un día detrás de otro) no se quede en el coche.

Otro más, en breve: si sois azafat@s, cajeros, camareros, o con cualquier otro empleo de cara al público, no estornudéis delante de mí, mojéis el dedo para pasar un papel o para abrir más fácilmente una bolsa de plástico, etc. Si sois agentes de seguridad de un aeropuerto, desearé con todas mis fuerzas (haré todo lo posible para ello) no pitar al pasar por el detector, para que no tengáis que palmar mi cuerpo de arriba abajo con unos guantes de plástico que ya han tocado completamente cientos de cuerpos ese día.

En fin, y muchos más ejemplos así. Es muy duro. No sabe nadie cómo es hasta que no lo sufre en su propia mente. Al menos, contarlo, escribirlo, me proporciona una milésima (sí, así de poco) de alivio.

Ese sufrimiento hace que sueñe con más fuerza que un día llegará a mi vida un chico bueno que me haga olvidar (o al menos reducir mucho) todas estas manías que entorpecen mi vida. No dejo de soñar que eso ocurra.

Una última cosa: espero que todos los que me habéis leido alguna vez sigáis ahí, aunque sea leyéndome de vez en cuando. No salgáis corriendo después de estas cosillas que os he contado hoy. A pesar de la depresión y las manías, creo que soy una buena persona, con un carácter tolerante (qué mínimo siendo homosexual, je), trabajadora… En definitiva, una persona muy normal.