domingo, 22 de junio de 2008

¿Puedo?

No me gusta demasiado el fútbol. Sin embargo, cuando se juega la Eurocopa y el Mundial si suelo seguirlo. Así que hoy me alegro, porque la selección ha ganado y pasa a semifinales. Me alegro sobre todo por Casillas, por parar así de bien esos dos tiros de Italia y por ser un tiarrón supermacizo. Supongo que no seré el único gay que ve en el fútbol una diversión para seguir pero sobre todo una oportunidad para ver a algunos de los tíos más esculturales del mundo. ;D

Pero hoy el eslogan de Cuatro para la Eurocopa (PODEMOS) me sirve de excusa para ponerlo en primera persona y preguntarme si algún día podré...
...superar todas esas manías que me llevan a creerme que el mundo me contamina si yo lo toco (no es una forma de hablar, tiene un nombre: TOC; buscarlo en Internet y veréis que es una putada que uno sufre sin quererlo).
...tener a algun chico a mi lado que me haga muy feliz y que me haga tener más energía para vivir la vida (cosa que ahora no tengo prácticamente), con el que ir a cenar a solas (y darnos todos los besos del mundo, sin que a la gente le importe que somos dos tíos los que nos queremos) o al cine a ver una peli en versión original y después volver a casa (a la suya, a la mía, ¿a la de los dos?) y hablar, y besarnos, y querernos... sin más.

Bueno, necesitaba desahogarme un poco. Como siempre, espero que sigáis ahí, aunque de vez en cuando mi contador de pulsaciones de teclado se vaya casi a cero y pase tanto tiempo sin escribiros.

P.D: Escribidme cosas, dadme ánimos, tanto los que siempre estáis ahí como los que son más nuevos en esto de visitar mi blog (siempre me hace especial ilusión descubrir a personas nuevas que me regalan unos segundos de tiempo leyéndome y demostrándome que en el mundo todavía hay gente a la que le importa lo que sientan los demás). Ah, y me gustaría mucho que vuestros comentarios no fuesen cortos. Necesito sentiros ahí.

BESOS.

jueves, 17 de abril de 2008

Viajes y lágrimas

Eso es lo que se me ha escapado unas cuantas veces durante el mes y medio (más o menos) que no he escrito. Y eso que han pasado cosas buenas, como un par de viajes con billetes baratos de avión y buen hotel: a Ámsterdam (genial, la gente superamable, casi siempre con una sonrisa en la boca –incluso los de seguridad del aeropuerto– y dispuestos a ayudarte) y a Malta (es una isla pequeñita, así que lo vimos casi todo, con un amigo mío maltés que conocí en mi año de Erasmus en Roma).

Pero aun con esas cosas, me pasa que en el día a día no disfruto (se me ha olvidado disfrutar) de las cosas pequeñas de la vida. Y eso es muy duro. Sobre todo cuando sufres de un Trastorno Obsesivo-Compulsivo, que hace que –en mi caso– tema que casi cualquier cosa que toco fuera de casa me contamine y me llene las manos de gérmenes nocivos, que aunque se eliminen seguramente con lavarse las manos, se me quedan “pegados” a la mente y me hacen difícil el día a día.

Un ejemplo: voy a cualquier VIPS a comprar el periódico, alguien se acerca y sin querer alguien me roza. Instintivamente yo me aparto, pero desde ese momento se desata en mi mente una reacción que me lleva a no sentirme a gusto hasta que no llego a casa y me ducho (no me basta con lavarme las manos, como os he dicho en el anterior párrafo).

Otro: llego en avión de Barcelona (pongamos por caso) y viene a recogerme mi padre al aeropuerto. Pues no me quedará más remedio que, antes de sentarme atrás tenga que poner debajo un par de pliegues de periódico, para que aquello que pudiese haber en los asientos del avión (aunque se vea nuevo, no dejo de darle vueltas a la de gente que se ha sentado allí un día detrás de otro) no se quede en el coche.

Otro más, en breve: si sois azafat@s, cajeros, camareros, o con cualquier otro empleo de cara al público, no estornudéis delante de mí, mojéis el dedo para pasar un papel o para abrir más fácilmente una bolsa de plástico, etc. Si sois agentes de seguridad de un aeropuerto, desearé con todas mis fuerzas (haré todo lo posible para ello) no pitar al pasar por el detector, para que no tengáis que palmar mi cuerpo de arriba abajo con unos guantes de plástico que ya han tocado completamente cientos de cuerpos ese día.

En fin, y muchos más ejemplos así. Es muy duro. No sabe nadie cómo es hasta que no lo sufre en su propia mente. Al menos, contarlo, escribirlo, me proporciona una milésima (sí, así de poco) de alivio.

Ese sufrimiento hace que sueñe con más fuerza que un día llegará a mi vida un chico bueno que me haga olvidar (o al menos reducir mucho) todas estas manías que entorpecen mi vida. No dejo de soñar que eso ocurra.

Una última cosa: espero que todos los que me habéis leido alguna vez sigáis ahí, aunque sea leyéndome de vez en cuando. No salgáis corriendo después de estas cosillas que os he contado hoy. A pesar de la depresión y las manías, creo que soy una buena persona, con un carácter tolerante (qué mínimo siendo homosexual, je), trabajadora… En definitiva, una persona muy normal.

lunes, 25 de febrero de 2008

El brillo en los ojos

Estoy algo cansado. Hoy me he acostado tarde. Como hago todos los años a estas alturas. La ceremonia de los Oscar, ya sabéis. Este año ha sido algo diferente: no los he podido ver por la tele, porque ya no estoy abonado a Digital+ (no tratan bien a sus clientes). Por eso, esta vez lo he escuchado por la radio. No es lo mismo, pero he podido seguir la ceremonia bastante bien.

Creo que me gusta seguir la ceremonia por ver en la cara de los premiados ese brillo especial en los ojos que se les pone cuando reciben el premio. Tengo envidia de esas personas que viven un momento especial, irrepetible y emocionante. Envidia…porque cuando a mi me brillan los ojos siempre es porque he llorado o porque tengo ganas de hacerlo, y no por estar mirando fijamente a ese chico especial que no dejo de desear cada día que llegue.

Hoy he vuelto a escuchar la banda sonora de Cinema Paradiso. Más allá del argumento de la peli, esas notas me recuerdan a Italia, la soledad casi completa en Roma, esa melancolía que vive Salvatore, el protagonista, ya de mayor (guapísimo madurito Jacques Perrin).

Esta noche he escuchado los Oscar en familia, pero me gustaría que en un futuro no muy lejano esta noche fuese compartir el sofá toda la noche, yo o él apoyados uno en el pecho del otro, viendo la ceremonia en versión original (porque a los dos nos gustase ver las pelis sin doblar), dándonos algún que otro beso en los descansos de la ceremonia (o durante ella también, por qué no) y ayudándonos el uno al otro a no dejar que el sueño nos venza. ¿No es mucho pedir, verdad?

jueves, 7 de febrero de 2008

El examen

¡Hola! Hoy me he levantado prontito. No estaba durmiendo bien. Me he levantado con taquicardia y todo. El caso es que el sueño ya era conocido para mi.

Como muchas otras veces que no he conseguido dormir bien, soñaba que estaba en clase (en el colegio o en la universidad: hoy me parece que ha sido en el cole) y que tenía un examen muy importante. Y que no me lo sabía. Y me pasaba todo el rato intentando repasar. Pero los compañeros no me hacían caso.

Pero hoy el sueño era más raro aún. Aun estando en clase y esperando angustiado a que empezase el examen (a pesar de que aun faltaba alguna hora que otra), de repente me quedaba dormido con la cabeza encima del pupitre. De vez en cuando, levantaba la cabeza medio adormilado y veía como los demás repasaban los temas y no me hacían ni caso, pasaban de mi completamente.

Incluso cuando ya había empezado el examen. Ni el profesor ni mis compañeros me despertaban. No me decían que había empezado la cuenta atrás. Me ignoraban. Yo les daba igual. Volvía a cerrar los ojos...y al rato los abría con amargura, siendo dolorosamente consciente de que los demás no me hacían ni puto caso. Pero...me vencía el peso de los ojos, y volvía a apoyar la cabeza en el pupitre.

Al rato, finalmente, volvía a despertarme: el examen ya había pasado y yo no lo había hecho. Sentía rabia por los demás, por su insolidaridad, por no avisarme, sobre todo por pasar de mi.

Estoy seguro de que volveré a soñar algo parecido -siempre sin saberme el examen, siempre angustioso-, pero hoy necesitaba sacarlo fuera y escribirlo. Eso me alivia un poco.

domingo, 3 de febrero de 2008

Me gusta chup….

Podría haberle contestado eso, y hubiese sido un corte de los buenos. Os pongo en situación: centro comercial a las afueras de Madrid, al sur, cena en una pizzería a la que a mi no me apetecía ir (ni siquiera lo mencioné, porque la mayoría gana…y todos menos yo querían ir al Pizza Jardín: un sitio con unas pizzas finitas que en Roma ni siquiera rozarían el 5).

Y casi al final de la cena, al novio de una amiga (ella con un toquecillo pijo a veces, pero muy simpática y agradable; él, bromista, alto, no especialmente guapo, pero con unos labios carnosos que me llaman la atención cada vez que los veo: ehh, no, no me gusta, je…sólo lo estoy describiendo un poco) se le cae un manchón de chocolate en la camisa –camisa buena: conociéndole, sería de Tommy Hilfiger, o de Hackett, más cara aún– y él empieza a retirarla lo máximo posible con una servilleta. Yo le digo, sin pensarlo, la siguiente frase: a mí me gusta chuparla.

Es verdad: yo no tengo complejos. Cuando a veces me he manchado de verdad, sin pararme un segundo, me pongo a lamer con la lengua la camisa. Puede sonar algo guarro, pero suele funcionar: aunque no se limpie del todo, suele quedar casi sin rastro, je.

Pero inmediatamente en sus cabecitas surgió el segundo significado de mi frase. “Uyyy, qué mal suena lo que has dicho”, “Así que te gusta chuparla, jeje”…y otras frases por el estilo. Yo les dije que me refería a la camisa, pero unos segundos después ya me lamentaba (en fin) de no haberles dado la oportunidad de oir “Sí, me gusta chuparla, qué pasa. Interpretarlo como queráis”. Hubiese estado muy bien, porque –después de un momento de ligero sofoco y cara colorada– me hubiese quedado muy a gusto. Me hubiera sentido por un momento libre. Pero no pude. No tengo tantos huevos, je.

P.D.: Y el caso es que todavía no he chupado ninguna, pero sin probarlo sé que podría gustarme. O como mínimo abrazarme a un cuerpo calido, de un chico bueno que me haga sentirme seguro. Y besar unos labios que sólo un momento antes me han dicho “me siento a gusto contigo”. ¡Pero todo eso de momento es sólo soñar!

viernes, 1 de febrero de 2008

Maldito Baglioni

Casi la 1 y media. En mis auriculares suenan canciones de Tiziano Ferro. En italiano, no las versiones en español. Me gusta (ya que estuve un año de Erasmus en Roma y aprendí italiano) escuchar las canciones en versión original -también ir al cine a ver pelis sin doblar, pero no tengo un chico especial con quien ir, a mis amigos de la uni les gusta ir a ver las pelis dobladas y, sobre todo, hace tiempo que no disfruto de ir al cine solo, como he hecho tantas veces aquí, en Roma o en Barcelona-.

Pero hay una canción que cada vez que la escucho me remueve todo. Es una vieja canción italiana, supongo que de los años 60 o así, de un cantante muy conocido en Italia (aunque aquí en España también es algo conocido -no por la gente de mi edad- porque como tantos cantantes de aquel país hizo versiones en castellano, como hace ahora, por ejemplo, la Pausini). Se llama "Sabato pomeriggio". Veréis: cada vez que la oigo, no sé por qué, me vienen a la cabeza tantos momentos de soledad en mi año en Roma.

[Ya han acabado las canciones de Tiziano Ferro. Y, como me va eso de darle vueltas a la cabeza, me he puesto a Baglioni]

Me hubiera gustado que, durante esos meses que pasé en esa ciudad tan parecida a Madrid en tantas cosas, haber tenido (además de a mis amigos de la Universidad y a mis compañeros de Colegio Mayor, un colegio católico para un chico gay, hay que joderse) unos ojos a los que mirar sin cansarme, un teléfono al que llamar para quedar a ir ver una peli, o a cenar, o simplemente a pasear por el Trastevere o a sentarme a compartir un helado de fresa y chocolate -o un bocadillo de mozzarella o mortadela- a los pies de la Fontana di Trevi, por ejemplo.

En vez de eso, la mayor parte del tiempo me dedicaba a pasear sólo por la ciudad, con la mochila a cuestas casi siempre y, cuando ya me cansaba entraba en una tienda de discos o en una librería a ojear libros hasta que decidía que era ya hora de retirarse a llorar con la cabeza apoyada en la mesa de mi habitación del Marianum (así se llamaba el Colegio Mayor de los cojones: donde también conocí a algunos chicos majos a los que me hubiera gustado intentar ligar, pero no me atrevía ni de coña) y escuchando en mi CD el último disco de entonces de Celine Dion.

Las librerías: no sé por que razón, entrar en una -sea donde sea que estoy- me produce una cierta sensación de calma, de bienestar momentáneo... Pero no dejo de desear que en aquellos momentos de soledad -allí en Roma entonces o aquí en Madrid ahora- mis ojos se cruzasen con otros -un chico bueno, que no me haga sufrir, que no se ría de mí como hacían en el cole (por gordo, por tímido, quizás por gay, aunque ni entonces ni hoy tengo "pluma"): que me respete siquiera un poco- y no nos pudiesemos dejar de mirar el uno al otro ...y nos olvidasemos del resto del mundo ...y nos dijeramos ¡hola! y nos invitásemos a un café o a qué sé yo..........

En fin: entonces no pasó, y todavía no me ha pasado nunca. Pero sigo deseándolo como el primer día que sentí la soledad.


P.D.: Sonia, Iago, Max, Calalola y todos aquellos que me hayáis leido alguna vez: espero no haberos perdido. Ah, y bienvenidos a los nuevos (como Fox, por ejemplo: gracias por tu mensaje) Por cierto, en este nuevo año me he propuesto escribir sólo cuando me apetezca de verdad (eso puede ser tanto un post diario como, de repente estar diez días sin escribir). Creo que es la mejor manera de ser honesto conmigo mismo.

jueves, 4 de octubre de 2007

Escribir

Hoy podría ponerme a contaros qué tal en el par de días que he estado en Barcelona (bien, por cierto: haciendo algunas compras y comiendo mucho pan con tomate y cosas ricas, pero sin echarle un ojo a ningún catalán guapo, en fin), pero la verdad es que no me vienen las ganas.

No sé si es el bajón que solemos tener la mayoría de gente cuando volvemos de viaje y pensamos "me hubiera estado algún día más", o bien simplemente el pensar en lo que no tengo y me gustaría tener (energía para vivir el día a día, un chico que me consolara cuando estoy triste, y más cosas). En fin. Sólo eso. Hoy me cuesta escribir, pero lo había prometido y no quería dejar de poner unas líneas.

Espero tomarme mañana el día de otra manera.

Besos.