lunes, 25 de febrero de 2008

El brillo en los ojos

Estoy algo cansado. Hoy me he acostado tarde. Como hago todos los años a estas alturas. La ceremonia de los Oscar, ya sabéis. Este año ha sido algo diferente: no los he podido ver por la tele, porque ya no estoy abonado a Digital+ (no tratan bien a sus clientes). Por eso, esta vez lo he escuchado por la radio. No es lo mismo, pero he podido seguir la ceremonia bastante bien.

Creo que me gusta seguir la ceremonia por ver en la cara de los premiados ese brillo especial en los ojos que se les pone cuando reciben el premio. Tengo envidia de esas personas que viven un momento especial, irrepetible y emocionante. Envidia…porque cuando a mi me brillan los ojos siempre es porque he llorado o porque tengo ganas de hacerlo, y no por estar mirando fijamente a ese chico especial que no dejo de desear cada día que llegue.

Hoy he vuelto a escuchar la banda sonora de Cinema Paradiso. Más allá del argumento de la peli, esas notas me recuerdan a Italia, la soledad casi completa en Roma, esa melancolía que vive Salvatore, el protagonista, ya de mayor (guapísimo madurito Jacques Perrin).

Esta noche he escuchado los Oscar en familia, pero me gustaría que en un futuro no muy lejano esta noche fuese compartir el sofá toda la noche, yo o él apoyados uno en el pecho del otro, viendo la ceremonia en versión original (porque a los dos nos gustase ver las pelis sin doblar), dándonos algún que otro beso en los descansos de la ceremonia (o durante ella también, por qué no) y ayudándonos el uno al otro a no dejar que el sueño nos venza. ¿No es mucho pedir, verdad?

jueves, 7 de febrero de 2008

El examen

¡Hola! Hoy me he levantado prontito. No estaba durmiendo bien. Me he levantado con taquicardia y todo. El caso es que el sueño ya era conocido para mi.

Como muchas otras veces que no he conseguido dormir bien, soñaba que estaba en clase (en el colegio o en la universidad: hoy me parece que ha sido en el cole) y que tenía un examen muy importante. Y que no me lo sabía. Y me pasaba todo el rato intentando repasar. Pero los compañeros no me hacían caso.

Pero hoy el sueño era más raro aún. Aun estando en clase y esperando angustiado a que empezase el examen (a pesar de que aun faltaba alguna hora que otra), de repente me quedaba dormido con la cabeza encima del pupitre. De vez en cuando, levantaba la cabeza medio adormilado y veía como los demás repasaban los temas y no me hacían ni caso, pasaban de mi completamente.

Incluso cuando ya había empezado el examen. Ni el profesor ni mis compañeros me despertaban. No me decían que había empezado la cuenta atrás. Me ignoraban. Yo les daba igual. Volvía a cerrar los ojos...y al rato los abría con amargura, siendo dolorosamente consciente de que los demás no me hacían ni puto caso. Pero...me vencía el peso de los ojos, y volvía a apoyar la cabeza en el pupitre.

Al rato, finalmente, volvía a despertarme: el examen ya había pasado y yo no lo había hecho. Sentía rabia por los demás, por su insolidaridad, por no avisarme, sobre todo por pasar de mi.

Estoy seguro de que volveré a soñar algo parecido -siempre sin saberme el examen, siempre angustioso-, pero hoy necesitaba sacarlo fuera y escribirlo. Eso me alivia un poco.

domingo, 3 de febrero de 2008

Me gusta chup….

Podría haberle contestado eso, y hubiese sido un corte de los buenos. Os pongo en situación: centro comercial a las afueras de Madrid, al sur, cena en una pizzería a la que a mi no me apetecía ir (ni siquiera lo mencioné, porque la mayoría gana…y todos menos yo querían ir al Pizza Jardín: un sitio con unas pizzas finitas que en Roma ni siquiera rozarían el 5).

Y casi al final de la cena, al novio de una amiga (ella con un toquecillo pijo a veces, pero muy simpática y agradable; él, bromista, alto, no especialmente guapo, pero con unos labios carnosos que me llaman la atención cada vez que los veo: ehh, no, no me gusta, je…sólo lo estoy describiendo un poco) se le cae un manchón de chocolate en la camisa –camisa buena: conociéndole, sería de Tommy Hilfiger, o de Hackett, más cara aún– y él empieza a retirarla lo máximo posible con una servilleta. Yo le digo, sin pensarlo, la siguiente frase: a mí me gusta chuparla.

Es verdad: yo no tengo complejos. Cuando a veces me he manchado de verdad, sin pararme un segundo, me pongo a lamer con la lengua la camisa. Puede sonar algo guarro, pero suele funcionar: aunque no se limpie del todo, suele quedar casi sin rastro, je.

Pero inmediatamente en sus cabecitas surgió el segundo significado de mi frase. “Uyyy, qué mal suena lo que has dicho”, “Así que te gusta chuparla, jeje”…y otras frases por el estilo. Yo les dije que me refería a la camisa, pero unos segundos después ya me lamentaba (en fin) de no haberles dado la oportunidad de oir “Sí, me gusta chuparla, qué pasa. Interpretarlo como queráis”. Hubiese estado muy bien, porque –después de un momento de ligero sofoco y cara colorada– me hubiese quedado muy a gusto. Me hubiera sentido por un momento libre. Pero no pude. No tengo tantos huevos, je.

P.D.: Y el caso es que todavía no he chupado ninguna, pero sin probarlo sé que podría gustarme. O como mínimo abrazarme a un cuerpo calido, de un chico bueno que me haga sentirme seguro. Y besar unos labios que sólo un momento antes me han dicho “me siento a gusto contigo”. ¡Pero todo eso de momento es sólo soñar!

viernes, 1 de febrero de 2008

Maldito Baglioni

Casi la 1 y media. En mis auriculares suenan canciones de Tiziano Ferro. En italiano, no las versiones en español. Me gusta (ya que estuve un año de Erasmus en Roma y aprendí italiano) escuchar las canciones en versión original -también ir al cine a ver pelis sin doblar, pero no tengo un chico especial con quien ir, a mis amigos de la uni les gusta ir a ver las pelis dobladas y, sobre todo, hace tiempo que no disfruto de ir al cine solo, como he hecho tantas veces aquí, en Roma o en Barcelona-.

Pero hay una canción que cada vez que la escucho me remueve todo. Es una vieja canción italiana, supongo que de los años 60 o así, de un cantante muy conocido en Italia (aunque aquí en España también es algo conocido -no por la gente de mi edad- porque como tantos cantantes de aquel país hizo versiones en castellano, como hace ahora, por ejemplo, la Pausini). Se llama "Sabato pomeriggio". Veréis: cada vez que la oigo, no sé por qué, me vienen a la cabeza tantos momentos de soledad en mi año en Roma.

[Ya han acabado las canciones de Tiziano Ferro. Y, como me va eso de darle vueltas a la cabeza, me he puesto a Baglioni]

Me hubiera gustado que, durante esos meses que pasé en esa ciudad tan parecida a Madrid en tantas cosas, haber tenido (además de a mis amigos de la Universidad y a mis compañeros de Colegio Mayor, un colegio católico para un chico gay, hay que joderse) unos ojos a los que mirar sin cansarme, un teléfono al que llamar para quedar a ir ver una peli, o a cenar, o simplemente a pasear por el Trastevere o a sentarme a compartir un helado de fresa y chocolate -o un bocadillo de mozzarella o mortadela- a los pies de la Fontana di Trevi, por ejemplo.

En vez de eso, la mayor parte del tiempo me dedicaba a pasear sólo por la ciudad, con la mochila a cuestas casi siempre y, cuando ya me cansaba entraba en una tienda de discos o en una librería a ojear libros hasta que decidía que era ya hora de retirarse a llorar con la cabeza apoyada en la mesa de mi habitación del Marianum (así se llamaba el Colegio Mayor de los cojones: donde también conocí a algunos chicos majos a los que me hubiera gustado intentar ligar, pero no me atrevía ni de coña) y escuchando en mi CD el último disco de entonces de Celine Dion.

Las librerías: no sé por que razón, entrar en una -sea donde sea que estoy- me produce una cierta sensación de calma, de bienestar momentáneo... Pero no dejo de desear que en aquellos momentos de soledad -allí en Roma entonces o aquí en Madrid ahora- mis ojos se cruzasen con otros -un chico bueno, que no me haga sufrir, que no se ría de mí como hacían en el cole (por gordo, por tímido, quizás por gay, aunque ni entonces ni hoy tengo "pluma"): que me respete siquiera un poco- y no nos pudiesemos dejar de mirar el uno al otro ...y nos olvidasemos del resto del mundo ...y nos dijeramos ¡hola! y nos invitásemos a un café o a qué sé yo..........

En fin: entonces no pasó, y todavía no me ha pasado nunca. Pero sigo deseándolo como el primer día que sentí la soledad.


P.D.: Sonia, Iago, Max, Calalola y todos aquellos que me hayáis leido alguna vez: espero no haberos perdido. Ah, y bienvenidos a los nuevos (como Fox, por ejemplo: gracias por tu mensaje) Por cierto, en este nuevo año me he propuesto escribir sólo cuando me apetezca de verdad (eso puede ser tanto un post diario como, de repente estar diez días sin escribir). Creo que es la mejor manera de ser honesto conmigo mismo.