viernes, 1 de febrero de 2008

Maldito Baglioni

Casi la 1 y media. En mis auriculares suenan canciones de Tiziano Ferro. En italiano, no las versiones en español. Me gusta (ya que estuve un año de Erasmus en Roma y aprendí italiano) escuchar las canciones en versión original -también ir al cine a ver pelis sin doblar, pero no tengo un chico especial con quien ir, a mis amigos de la uni les gusta ir a ver las pelis dobladas y, sobre todo, hace tiempo que no disfruto de ir al cine solo, como he hecho tantas veces aquí, en Roma o en Barcelona-.

Pero hay una canción que cada vez que la escucho me remueve todo. Es una vieja canción italiana, supongo que de los años 60 o así, de un cantante muy conocido en Italia (aunque aquí en España también es algo conocido -no por la gente de mi edad- porque como tantos cantantes de aquel país hizo versiones en castellano, como hace ahora, por ejemplo, la Pausini). Se llama "Sabato pomeriggio". Veréis: cada vez que la oigo, no sé por qué, me vienen a la cabeza tantos momentos de soledad en mi año en Roma.

[Ya han acabado las canciones de Tiziano Ferro. Y, como me va eso de darle vueltas a la cabeza, me he puesto a Baglioni]

Me hubiera gustado que, durante esos meses que pasé en esa ciudad tan parecida a Madrid en tantas cosas, haber tenido (además de a mis amigos de la Universidad y a mis compañeros de Colegio Mayor, un colegio católico para un chico gay, hay que joderse) unos ojos a los que mirar sin cansarme, un teléfono al que llamar para quedar a ir ver una peli, o a cenar, o simplemente a pasear por el Trastevere o a sentarme a compartir un helado de fresa y chocolate -o un bocadillo de mozzarella o mortadela- a los pies de la Fontana di Trevi, por ejemplo.

En vez de eso, la mayor parte del tiempo me dedicaba a pasear sólo por la ciudad, con la mochila a cuestas casi siempre y, cuando ya me cansaba entraba en una tienda de discos o en una librería a ojear libros hasta que decidía que era ya hora de retirarse a llorar con la cabeza apoyada en la mesa de mi habitación del Marianum (así se llamaba el Colegio Mayor de los cojones: donde también conocí a algunos chicos majos a los que me hubiera gustado intentar ligar, pero no me atrevía ni de coña) y escuchando en mi CD el último disco de entonces de Celine Dion.

Las librerías: no sé por que razón, entrar en una -sea donde sea que estoy- me produce una cierta sensación de calma, de bienestar momentáneo... Pero no dejo de desear que en aquellos momentos de soledad -allí en Roma entonces o aquí en Madrid ahora- mis ojos se cruzasen con otros -un chico bueno, que no me haga sufrir, que no se ría de mí como hacían en el cole (por gordo, por tímido, quizás por gay, aunque ni entonces ni hoy tengo "pluma"): que me respete siquiera un poco- y no nos pudiesemos dejar de mirar el uno al otro ...y nos olvidasemos del resto del mundo ...y nos dijeramos ¡hola! y nos invitásemos a un café o a qué sé yo..........

En fin: entonces no pasó, y todavía no me ha pasado nunca. Pero sigo deseándolo como el primer día que sentí la soledad.


P.D.: Sonia, Iago, Max, Calalola y todos aquellos que me hayáis leido alguna vez: espero no haberos perdido. Ah, y bienvenidos a los nuevos (como Fox, por ejemplo: gracias por tu mensaje) Por cierto, en este nuevo año me he propuesto escribir sólo cuando me apetezca de verdad (eso puede ser tanto un post diario como, de repente estar diez días sin escribir). Creo que es la mejor manera de ser honesto conmigo mismo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡Bienvenido de nuevo!!, me parece bien que escribas solo cuando te apetezca asi que seré buena y no te achucharé.
Un beso y espero que estes mejor.

Anónimo dijo...

hola Juan San, jajaja, bienvenido de nuevo, bufff, he entrado algunas veces por aquí a ver si estabas, y ahora ya estás...

Pues tienes tela, si te quieres poner al día, la de cosas que hemos escrito desde entonces...

En fín, que me alegro de volver a leerte...

Besos

www.lacoctelera.com/calalola