lunes, 12 de febrero de 2007

Soledad y complicaciones

No sé por qué, pero la vida se me complica a cada semana que pasa, y cada vez me cuesta más afrontarla. Como ya os conté, esta semana me enteré que podría tener un trabajo en una oficina relacionada con donde trabaja mi padre. Y para mí, eso, en vez de ser una buena noticia, es un motivo más para creer que las piedras aumentan en mi camino a cada día que pasa. Para mí, trabajar allí sería estar atado más aún con un hilo virtual y pesado a mi padre.

Y eso es lo último que necesito: no puede ser que, como el trabajo es en el mismo organismo en el que trabaja él, yo –llegado el caso– no pueda tener toda la libertad de quedar allí a la puerta con mi novio, darle un beso simplemente porque me apetece sin preocuparme por si me ven mis jefes y compañeros de “curro”, que conocen a mi padre y podrían irle con los chismes homófonos de turno, metiendo la nariz donde no les llaman, y contándole lo que sólo yo tengo derecho a decidir si se lo cuento o cómo lo cuento (aunque, como he dicho ya alguna otra vez, con él, mi ideal sería la indiferencia mutua: que cada uno pudiésemos llevar nuestra vida sin molestarnos ni herirnos –sobre todo él a mí–).

La semana nueva que hace unos minutos que ha empezado se presenta teóricamente igual que las demás: psicoterapeuta hoy por la mañana, lunes y miércoles quizá yendo por la tarde al gimnasio o quizá no –no suelo tener muchas ganas de ir, a pesar de que no me vendría mal bajar algunos kilitos– y durmiendo mucho deseando que pasen los días rápido para no notar la soledad que me pesa cada vez más y me resulta tan dura.

Pero esta semana tiene una novedad que, tan bajo de ánimo como estoy, no es otra cosa que una complicación: unos maquetadores muy majos que trabajaban conmigo en otra empresa hasta el pasado julio me ofrecerán más carga de trabajo como freelance (durante estas últimas semanas me han mandado algún que otro texto bastante sencillo), cuando en realidad lo único que me apetece de verdad es quedarme en mi casa semiescondido bajo la manta para que el mundo no me agreda ni se siga burlando de mí. Suena duro, pero es así como me siento la mayor parte del tiempo, ¡¡¡uffff!!!

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