lunes, 7 de mayo de 2007

Momentos suecos

Hola a todos y gracias por los buenos deseos que me dejáis en los comentarios. Hoy me gustaría hablar de algunas sensaciones que tuve durante mi viaje a Estocolmo:

-El paseo panorámico en barco: lo cogimos el sábado de Semana Santa, un día antes de volver a Madrid, y lo cierto es que no me gustó demasiado, la verdad. Durante todo el viaje (de poco menos de una hora) sentí que estaba pasando por un bajón. Miraba desde el barco a las orillas, pero sin fijarme en nada, con la mirada perdida, deseando que la próxima vez que visite la ciudad sea de la mano de un chico especial que, si me ve bajando los ojos de tristeza, me acaricie la barbilla, me haga levantar mi mirada hacia la suya y me de un beso cálido y dulce.

-La catedral de Estocolmo: es una construcción no muy grande, que está en el barrio más turístico de la ciudad (por cierto, a pocos metros hay un café gay, cuyo nombre no recuerdo ahora). El caso es que no suelo entrar en edificios religiosos (catedrales, iglesias y demás), pero esta vez experimenté una sensación que nunca he tenido dentro de un edificio así. No sé si fue por saber que la Iglesia Sueca podría permitir los matrimonios homosexuales en sus templos (a mí, que no soy creyente, con que el matrimonio civil entre homosexuales sea legal me es suficiente), pero la verdad es que me dio por entrar. Y lo cierto es que me sentí en un ambiente acogedor, no sé si por la modestia de su construcción (sencillas columnas góticas de modesto ladrillo visto por dentro, una gran talla de San Jorge y el dragón –que inevitablemente me transportaba a Barcelona en mis recuerdos– y una dimensión humana y no grandiosa del edificio) o por qué, pero me supo bien sentir cierta sensación de acogimiento en un templo. Nunca me había sentido así…pero, aun así, eso no me hace creer, puesto que la Iglesia en otros muchos lugares no sólo no me acoge, sino que me echa fuera y me odia. En fin…

-Tíos buenos: por la calle ví un montón de chicos que no estaban nada mal, pero destacaré dos: Christoff, un alemán que hace de guía en el Ayuntamiento de Estocolmo (donde se celebra la cena de los premios Nobel), muy simpático y guapo, y además políglota; y un empleado de las líneas aéreas SAS que descubrí mientras esperaba en la cola única para los distintos mostradores de facturación del aeropuerto de Arlanda-Estocolmo cuando volvíamos a Madrid. Finalmente no me tocó con él, pero por unos momentos me deleité la vista en él, unos años mayor que yo seguramente, vestido con un traje azul oscuro de empleado de tierra, que le hacía más guapo aún y le resaltaba unos ojos y una cara preciosos. Pero, como tantas otras veces, todo quedo en eso.

Por hoy nada más. Un último comentario: de fondo en la tele, en CNN+, el resultón presentador de las noticias de noche –Roberto se llama– repite la noticia fatídica: Sarkozy (personaje con el bronceado artificial de Eduardo Zaplana y la cara del periodista J.J. Santos) será el nuevo presidente de Francia. Una mala noticia para los gays, desde luego.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mi si me gustan la iglesias, por su arquitectura y su silencio. Cuando viajo en coche me gusta fijarme en las iglesias de los pueblos.
En cuanto a lo de ¿sarkozy?, es que no me quedo con el nombre, buff, espero que aqui no cometamos el mismo error.
Feliz comienzo de semana.